El escriba tumbado

Relatos, ensayos, diario, la bitácora VK.

"Tumbado y frente a sí mismo, el escriba descifra los jeroglíficos de su interior...
...es sólo entonces cuando puede comenzar a reflejar en su papiro los enigmas del exterior."


¿Pensaban como pensamos?
Este texto me dio que pensar...
“14 de julio.- Fiesta de la República. He paseado por las calles. Los petardos y las banderas me divertían como a un niño. Y sin embargo es muy idiota estar contento, en fecha fija, por decreto del gobierno. El pueblo es un rebaño imbécil, unas veces estúpidamente paciente y otras ferozmente rebelde. Le dicen: “Diviértete”. Y se divierte. Le dicen: “Vete a luchar contra el vecino”. Y va a luchar. Le dicen: “Vota por el Emperador”. Y vota por el Emperador. Y luego le dicen. “Vota por la República”. Y vota por la República.

Los que lo dirigen son igual de tontos; pero en vez de obedecer a unos hombres, obedecen a unos principios, los cuales no pueden ser sino necios, estériles y falsos, por el mero hecho de ser principios, es decir, ideas tenidas por ciertas e inmutables, en este mundo donde nadie está seguro de nada, puesto que la luz es una ilusión, puesto que el ruido es una ilusión.”

Guy de Maupassant

Guy de Maupassant, escritor francés nacido en los turbios mediados del siglo XIX. Para que nos hagamos una idea: La humanidad se debatía entre la oscuridad y la luz, entre el pensamiento más tradicional y conservador que estancaba a la sociedad y los avances tecnológicos. Entre el miedo a lo desconocido y las nuevas preguntas que generaban los nuevos descubrimientos de la ciencia. Mientras unos eran partidarios de mantener lo hasta entonces establecido otros miraban al futuro a través de un interrogante. Las ciudades colapsadas sangraban decadencia y la clase obrera tramaba nuevas formas de administrar la riqueza y las naciones. Nuevas políticas, nuevos países, nuevas concepciones del conocimiento hacían volar la imaginación de los artistas que, además de retratar el caos retaban al propio saber y condenaban la indiferencia.

Este extracto lo podemos encontrar dentro de su relato corto “El Horla”. Nombre que da el autor a un ser que lo empieza a visitar cada noche torturándolo y desapareciendo. Este acontecimiento lo lleva a escribir un diario en el que somos testigos de cómo poco a poco se consume y acaba sumiéndose en la locura. En el diario intercala reflexiones como ésta. Si nos recuerda en cierto modo a la tendencia de pensamiento de hoy en día tengamos esto en cuenta: A pocos años de la muerte de Guy en un centro psiquiátrico a causa de la sífilis, estalló la 1ª guerra mundial.

El escriba tumbado.  

Akelarre  Mayo 2011
¡Llevábamos ya un año tío! Un año sin directos. Ekim tenía ya los maxis ordenados, El Akai de Dammau había echado ya raíces en el estudio y yo tenía las letras de los temas en los pies. Sólo a nosotros se nos ocurre ponernos manos a la obra para preparar lo del Akelarre a falta de tres semanas y además estrenamos dobles voces: esta vez nos acompaña Sagu ¡Toma ya! Nosotros oxidados y nos da por fichar al nuevo.

Revolución en el repertorio, ¿Cuáles tocamos? ¿Las del nuevo Lp? (¡no, que aún no ha salido!), ¿Las del Ep?, ¿El primer disco? ¿Rescatamos las más viejas? Por repertorio que no sea…

¡Eso es! Vamos a hacer algo contundente, que se vea que tenemos una buena cosecha. Pillamos algo “old”, lo de los últimos directos, promocionamos un par de temas de lo nuevo y además metemos un par de trucos que sorprendan. ¡Sale casi sólo!

La verdad es que sólo tuvimos tiempo de hacer 3 ensayos  y en el directo hay que reconocerlo, nos faltó rodaje… Por otro lado la noche fue cojonuda: la cena tremenda (¡adicto al chorizo con jamón!), el Punki le dio bien de caña y el free con Sátiro y el Carlos fue un puntazo. Para rematar el baño de clásicos por la exquisita aguja de nuestro “33cl. Mike” dio ritmo y nos hizo disfrutar el doble los cubatillas.

Ezkerrik asko Akelarre

El escriba tumbado

Nunca me habían cortado la patilla a pelo.
Nunca me habían cortado la patilla a pelo, así sin gel, mano firme con la navaja y hacia abajo. “¡Hostiass!” dije. “¡Qué cabrón!” pensé. Me había hecho daño y la verdad que la patilla quedó bien. En realidad en otras peluquerías no me estaban dejando tan bien y además me estaban malacostumbrando.
Si es que ya lo decía mi madre, un buen chapadón a tiempo espabila. De esos que pican, que hacen que crezca una mano roja de repente. Te sacan del ensimismamiento y  te hacen ver las cosas con otra perspectiva. Estás convencido de tu error, como dormido y es el bendito hostión el que te despierta, te corta el rollo y puedes ser tú mismo el que encuentra el camino, sin métodos pedagógicos ni terapias psicológicas.
¿Quién soy yo para decir cuál es el camino? No empezaré el debate, no ahora, tan sólo me refiero al sentido común.
Que nadie me diga que no se dio cuenta de lo que tenía una vez que lo perdió. Si no preguntadle a Lolo: “Arriba cojones” decía. “¡Que le jodan a la resaca que son dos días!, hoy la liamos otra vez”. Y al final no son dos, son muchos años los que va a tener que aguantar con una pierna más corta que la otra por dormirse borracho al volante.
Quizá es un ejemplo demasiado extremo y moralista pero cercano a nuestra realidad. Simplemente quiero decir que hay ocasiones en las que no tenemos la suerte de sentir ese tirón de patilla que nos hace recapacitar. Aprovechadlas.
El escriba tumbado
Vigila tus sueños
Vigila tus sueños, cuida lo que deseas. Puede que aquello que creas que te va a hacer feliz en realidad no salga de ti mismo.
Si la verdad es que somos el producto de todo aquello que nos rodea: nos alimentamos, nos vestimos, nos peinamos, pensamos y nos satisfacen ciertos patrones sociales anclados a un punto en la historia del territorio en el que nos encontramos. Fuera de éstos llamaríamos la atención, nos tomarían por ingenuos o locos y pintorescos.
Si tenemos en cuenta todo esto, si comprendemos que somos un puzle customizado por las piezas que nos vamos encontrando por el camino, deberíamos de preguntarnos: ¿Quiero lo que quiero porque lo quiero yo o porque quieren que lo quiera?
Nuestro criterio es muy frágil. Nos doman desde que somos unos niños, así que cuidado.
El escriba tumbado